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miércoles, abril 24, 2024

El olor a madre

Entrada la noche, fresca por la llegada de las lluvias primaverales, sintió mi cuerpo la necesidad de reposar de la jornada laboral y me meti debajo de las sábanas recien cambiadas, (como me encantan), y en medio del acomodo corporal sucumbí plenamente al sueño.

Me despertó el llamado de mi hija que afanada debía salir a realizar una diligencia y mientras regresaba me pidio acompañar a mis nietos que dormian como lirones en sus camas. Entre sueño acepté el encargo pues ella no demoraría en retornar a casa y los pelaos no despertarian.

Iluso yo buscaba acomodo en mi cama nuevamente cuando de pronto despertó la nieta menor llorando porque no sentia el cuerpo de su mamá, ese que desprende el olor característico que proporciona tranquilidad y confianza.

Confieso que la experiencia en crianza me llenaba de tranquilidad y confianza para dormir en poco tiempo a la nieta quien ya despierta no paraba de llorar, de buscar y llamar a su mamá que apenas iniciaba el reorrido.

Después de intentar muchas maniobras sin lograr dormirla, ni siquiera consolarle el llanto, me tocó acudir a la ayuda de mi esposa quien entre risas esperó paciente en una mecedora a mi lado los resultados de mis maniobras.

Casi apenado le entregue a mi nieta, muy querida por su abuela, y en menos de diez minutos calmó su llanto entre susurros y canciones infantiles al calor de sus pechos. La felicidad nos invadió pues nuestro encargo calmadamente volvia a dormir.

Solo bastó ponerla en la cama cuando se desperto inmediatamente llamando a su mamá que no regresaba aún. Mirandonos fijamente a los ojos presumimos que un tetero seria la solución y mientras la paseaba por la sala la abuela preparó rápidamente un tetero que al intentar ponerlo en sus labios lo rechazó furiosa y entre sueños llamó a su mamá.

Por esas cosas de la vida, coincidencialmente apareció en la puerta de la casa mi hija que con sonrisa en labios preguntó "se despertó?". Sólo fue verla para que saliera la nieta a su encuentro y ya en brazos, en menos de cinco minutos se durmió. Sonrientes dijimos todos al unísono: "No hay como el olor a madre".